En Tucumán al fútbol se lo vive con una pasión que no siempre se traduce en compromiso. Las tribunas suelen llenarse cuando el equipo gana, los cánticos reaparecen con los buenos resultados y las discusiones sobre “quién tiene más aguante” copan las redes durante las semanas “buenas”. Sin embargo, fuera de ese termómetro emocional, la estructura de los clubes queda expuesta; sobre todo en época de “vacas flacas”, cuando la pelota pega en el palo y se va afuera, y el equipo no logra contagiar alegría desde adentro del campo. De esa manera, sin un padrón societario fuerte, sin ingresos sostenidos y sin una comunidad real por detrás comienzan a aparecer todos los problemas.
De cara al inicio del torneo Clausura, Atlético tomó una decisión que puede marcar un antes y un después en esa lógica: al Monumental “José Fierro” solamente podrán ingresar los socios. De esta manera se termina así con la venta de entradas populares en las boleterías, y el que verdaderamente quiera estar alentando al “Decano”, tendrá que asociarse. Sí, deberá formar parte.
Más allá de los números (la dirigencia apunta a alcanzar los 20.000 socios, cuando en la última elección sólo había aproximadamente 3.900 en condición de votar), lo que se pone en juego es algo mucho más profundo. Atlético da un paso para intentar construir un sentido de pertenencia duradero, no atado al resultado inmediato.
“Buscamos previsibilidad, pero también queremos que el hincha sienta que forma parte del club y no que sólo pase por la cancha cada 15 días cuando el equipo juega de local”, explicó Martín García, tesorero de la institución.
Está claro que no es un invento tucumano ni mucho menos. Pero también está claro que a las cosas buenas hay que copiarlas. River, Boca, Instituto y Rosario Central, por citar algunos ejemplos, ya implementaron esquemas similares en los que sus estadios se llenan únicamente de socios. Sin embargo es la primera vez que un club del norte del país se anima a dar ese paso; justo en Tucumán, una provincia en la que la “cultura del socio” es más un deseo que una realidad. Por ese motivo la medida se vuelve disruptiva, incluso riesgosa.
Los números de los últimos años dejan muy en claro la situación. San Martín llegó a tener cerca de 20.000 socios al día durante la pasada temporada en la que el equipo armó una campaña histórica. Sin embargo, el fracaso en la final y la eliminación en el Reducido causaron un impacto casi letal.
El hincha sintió el golpe; se enojó con los jugadores, con los dirigentes y dejó al club casi librado al azar. Hoy La Ciudadela lejos está de lucir colmada en cada presentación del equipo, el enojo se tradujo en indiferencia hacia los colores y los que sí van a la cancha son los que realmente parecen estar comprometidos con el club. Según aseguró un allegado a la dirigencia, el número de socios activos (que pagan su cuota de manera religiosa cada mes) apenas supera la barrera de los 5.000.
En los últimos años, en Atlético la curva fue directamente proporcional a los resultados deportivos. Cuando el equipo dejó de participar en torneos internacionales o de ser protagonista en Primera División, en el Monumental comenzaron a verse cada vez más claros en las tribunas. Y una muestra fiel de la situación fue el padrón en las elecciones en las que Mario Leito fue reelegido el mes pasado.
El triunfo que necesitaba San Martín: aire, gol y esperanza bajo la lluvia para volver a creerEn ambos casos, las subas y bajas de asociados siguen el ritmo de la tabla de posiciones. Si el equipo gana, la gente se suma. Si no, se borra. La adhesión es pasional, pero también es inconstante.
Ese vínculo frágil se traduce en un problema estructural. Mientras River puede llenar cuatro veces el “Más Monumental” únicamente con sus socios y Boca no necesita vender una entrada más para garantizar colmar “La Bombonera”, en Tucumán la masa societaria activa actualmente no alcanza ni para cubrir el 30% del aforo de cada uno de los estadios.
Y lo más paradójico es que, al mismo tiempo, muchos de esos hinchas tucumanos sí están asociados a otros clubes (de rugby, principalmente) en los que realizan actividades sociales, deportivas o recreativas. Es decir, sí existe la voluntad de pagar una cuota mensual cuando el vínculo es real o cuando se participa de una comunidad.
Eje histórico
Ahora, con esta decisión, Atlético propone cambiar ese eje histórico. Obliga a dar un paso más a sus fanáticos; a pasar de ser sólo hincha a transformarse en socio. A dejar de ser un protagonista ocasional para transformarse en uno habitual; a dejar ser un mero espectador para transformarse en parte de un proyecto.
“El cambio no va a ser sencillo porque acá no hay cultura. Pero si no empezamos ahora, ¿cuándo?”, dijo hace un tiempo un dirigente. La frase puede sonar dura, pero es precisa. Tucumán necesita que el hincha deje de comportarse como cliente y empiece a sentirse responsable de lo que sucede en la cancha. Porque si un club no puede apoyarse en sus socios para proyectar un futuro, de nada sirve quejarse cuando los resultados deportivos no son los esperados. Y los clubes tucumanos necesitan de una comunidad comprometida, no de una tribuna llena solamente en determinadas ocasiones.
Con un agónico gol, Atlético Tucumán venció 2 a 1 a San Martín de San JuanEn este contexto, la medida no es sólo organizativa o económica; es un intento de reforma cultural en un fútbol que no tiene cimientos sólidos. Por ese motivo el desafío es doble: no sólo dentro de la cancha, sino también en las tribunas.
Porque si bien las rivalidades históricas seguirán alimentando chicanas (“ustedes son menos”, “ustedes no llenan la cancha”, “ustedes solamente van cuando ganan”), los clubes tucumanos necesitan construir algo más profundo que la burla a su vecino. Necesitan sostenerse más allá del resultado.
Tal vez, si el modelo funciona, otros clubes del interior empiecen a mirar con atención esta herramienta que hoy implementa Atlético. No como imitación, sino como una reacción lógica, porque cuando la pasión no alcanza, la pertenencia debería empezar a hacerse cargo.